Todo lo que soy, se lo debo a mi madre”. De este modo, San Agustín, padre espiritual del Papa León XIV, habla de su querida madre, Santa Mónica, en su obra La Piedad con los Difuntos.

Esta santa, modelo de madre valiente y perseverante en la fe, quien rezó y luchó sin descanso por la conversión de su hijo, se ha convertido para los católicos —y de modo especial para la Orden de San Agustín—, en un símbolo y un refugio donde experimentar el amor profundo de una madre.

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En el corazón de Roma, a pocos pasos de la icónica Piazza Navona, en Campo Marzio, se encuentra la basílica de San Agustín, la iglesia madre de los agustinos desde el siglo XIII, por decisión del Papa Alejandro IV.

Basílica de San Agustín en Roma. Crédito: Almudena Martínez-Bordiú/ EWTN News
Basílica de San Agustín en Roma. Crédito: Almudena Martínez-Bordiú/ EWTN News

El rector de la basílica, el P. Pasquale Cormio, recibe a ACI Prensa en este templo, uno de los primeros renacentistas erigidos en la Ciudad Eterna, donde además reposan los restos mortales de Santa Mónica, “una mujer muy decidida, muy fuerte, que sintió el deber de guiar a su hijo a la fe”, remarca el sacerdote italiano.

Santa Mónica se encontraba en la ciudad portuaria de Ostia (Italia) junto a Agustín y su hijo, Adeodato, cuando falleció en el año 387 debido a una fiebre muy fuerte. 

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