Lecturas diarias: 575z6f
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Primera Lectura
Isaías 58:6-11 1p63r
6¿El ayuno que prefiero no es más bien
romper las cadenas de la iniquidad, soltar las ataduras del yugo, dejar libres a los oprimidos y quebrar todo yugo?7¿No es compartir tu pan con el hambriento,
e invitar a tu casa a los pobres sin asilo? Al que veas desnudo, cúbrelo y no te escondas de quien es carne tuya.8Entonces tu luz despuntará como la aurora,
y tu curación aparecerá al instante, tu justicia te precederá y la gloria del Señor cerrará tu marcha.9Entonces clamarás, y el Señor te responderá,
pedirás socorro, y Él te dirá: «Aquí estoy». Si apartas de en medio de ti el yugo, el señalar con el dedo, y la maledicencia,10y ofreces tu propio sustento al hambriento,
y sacias el alma afligida, entonces tu luz despuntará en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía.11El Señor te guiará de continuo,
saciará tu alma en las regiones áridas, dará fuerza a tus huesos, y serás como huerto regado, como manantial cuyas aguas no se agotan. -
Salmo Responsorial
Salmo 107:2-9
2Que lo digan los redimidos del Señor,
los que ha redimido de la mano del adversario,3y ha congregado de los países
del Oriente y del Occidente, del Septentrión y del Mar.4Vagaron errantes por el desierto, por la estepa,
sin encontrar el camino de una ciudad donde habitar.5Hambrientos y sedientos,
desfallecían sus almas.6En su angustia clamaron al Señor,
y los libró de sus tribulaciones.7Los condujo por camino recto,
hasta llegar a una ciudad donde habitar.8Den gracias al Señor por su misericordia,
por sus maravillas con los hijos de Adán.9Porque sació al alma sedienta,
y a la hambrienta la llenó de bienes. -
Evangelio
Mateo 25:31-46
31»Cuando venga el Hijo del Hombre en su gloria y acompañado de todos los ángeles, se sentará entonces en el trono de su gloria,32y serán reunidas ante él todas las gentes; y separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos,33y pondrá las ovejas a su derecha, los cabritos en cambio a su izquierda.34Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: «Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo:35porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino y me acogisteis;36estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme».37Entonces le responderán los justos: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber?;38¿cuándo te vimos peregrino y te acogimos, o desnudo y te vestimos?,39o ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y vinimos a verte?»40Y el Rey, en respuesta, les dirá: «En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis».41Entonces dirá a los que estén a la izquierda: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles:42porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber;43era peregrino y no me acogisteis; estaba desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis».44Entonces le replicarán también ellos: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, peregrino o desnudo, enfermo o en la cárcel y no te asistimos?»45Entonces les responderá: «En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también dejasteis de hacerlo conmigo.46Y éstos irán al suplicio eterno; los justos, en cambio, a la vida eterna».
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Primera Lectura
Génesis 23:1-4, 19; 24:1-8, 62-67
231Sara vivió ciento veintisiete años2y murió en Quiriat–Arbá, esto es, Hebrón, en tierra de Canaán. Abrahán fue a hacer duelo por Sara y a llorarla.3Después, se levantó Abrahán de junto a su difunta, y habló a los hititas:4—Yo soy un extranjero que reside entre vosotros. De en propiedad un sepulcro para enterrar a mi difunta.19Después de esto, Abrahán dio sepultura a Sara, su mujer, en la cueva del campo de Maelá, frente a Mambré, es decir, Hebrón, en tierra de Canaán.241Abrahán era anciano, entrado en años, y el Señor le había bendecido en todo.2Abrahán dijo al siervo más viejo de su casa, el que istraba todo cuanto tenía:
—Pon tu mano bajo mi muslo,3que te voy a hacer jurar por el Señor, Dios del cielo y Dios de la tierra, que no buscarás para mi hijo una esposa de las hijas de los cananeos entre los que habito;4sino que irás a mi tierra, a mi patria, y buscarás una esposa para mi hijo Isaac.5El siervo le contestó:
—Bien, pero si la mujer no quiere venir conmigo a esta tierra, ¿he de hacer entonces volver a tu hijo a la tierra de donde saliste?6Abrahán le respondió:
—Guárdate de llevar allí a mi hijo.7El Señor, Dios del cielo, que me sacó de la casa de mi padre y de mi tierra natal, y que me habló y me juró diciendo: «Yo daré esta tierra a tu descendencia», Él enviará a su ángel delante de ti, y encontrarás allí una esposa para mi hijo.8Si ella no quiere venir contigo, quedas desligado de este juramento; pero a mi hijo, no le lleves allí.62Isaac había vuelto del pozo de Lajay–Roy y habitaba en la región del Négueb.63Un atardecer salió Isaac al campo a distraerse, y al alzar la vista vio que venían camellos.64También Rebeca alzó la vista y, al ver a Isaac, se bajó del camello65y preguntó al siervo:
—¿Quién es aquel hombre que viene por el campo a nuestro encuentro? El siervo respondió: —Es mi amo. Entonces ella tomó el velo y se cubrió.66El siervo contó a Isaac todo lo que había hecho67e Isaac condujo a Rebeca a la tienda de Sara, su madre; la tomó consigo y la hizo su esposa. Isaac la amó, y así se consoló de la muerte de su madre. -
Salmo Responsorial
Salmo 106:1-5
1¡Aleluya!
Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia.2¿Quién podrá contar las proezas del Señor,
anunciar todas sus alabanzas?3Dichosos los que guardan los preceptos,
los que cumplen la justicia en todo tiempo.4Acuérdate de mí, Señor, por amor de tu pueblo.
Visítanos con tu salvación,5para ver la felicidad de tus elegidos,
para sentir la alegría de tu pueblo, y gloriarnos con tu heredad. -
Evangelio
Mateo 9:9-13
9Al marchar Jesús de allí, vio a un hombre sentado al telonio, que se llamaba Mateo, y le dijo:
—Sígueme. Él se levantó y le siguió.10Ya en la casa, estando a la mesa, vinieron muchos publicanos y pecadores y se sentaron también con Jesús y sus discípulos.11Los fariseos, al ver esto, empezaron a decir a sus discípulos:
—¿Por qué vuestro maestro come con publicanos y pecadores?12Pero él lo oyó y dijo:
—No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos.13Id y aprended qué sentido tiene: Misericordia quiero y no sacrificio; porque no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores.