Lecturas diarias: 575z6f
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Primera Lectura
Isaías 52:13--53:12 712p3s
5213Mirad: mi siervo triunfará,
será ensalzado, enaltecido y encumbrado.14Como muchos se horrorizaron de él
—tan desfigurado estaba, que no tenía aspecto de hombre ni apariencia de ser humano—,15así él asombrará a muchas naciones.53
Por su causa los reyes cerrarán la boca, al ver lo que nunca les habían narrado, y contemplar lo que jamás habían oído.1«¿Quién dio crédito a nuestro anuncio?
El brazo del Señor, ¿a quién fue revelado?2Creció en su presencia como un renuevo,
como raíz de tierra árida. No hay en él parecer, no hay hermosura que atraiga nuestra mirada, ni belleza que nos agrade en él.3Despreciado y rechazado de los hombres,
varón de dolores y experimentado en el sufrimiento; como de quien se oculta el rostro, despreciado, ni le tuvimos en cuenta.4Pero él tomó sobre sí nuestras enfermedades,
cargó con nuestros dolores, y nosotros lo tuvimos por castigado, herido de Dios y humillado.5Pero él fue traspasado por nuestras iniquidades,
molido por nuestros pecados. El castigo, precio de nuestra paz, cayó sobre él, y por sus llagas hemos sido curados.6Todos nosotros andábamos errantes como ovejas,
cada uno seguía su propio camino, mientras el Señor cargaba sobre él la culpa de todos nosotros».7Fue maltratado, y él se dejó humillar,
y no abrió su boca; como cordero llevado al matadero, y, como oveja muda ante sus esquiladores, no abrió su boca.8Por arresto y juicio fue arrebatado.
De su linaje ¿quién se ocupará? Pues fue arrancado de la tierra de los vivientes, fue herido de muerte por el pecado de mi pueblo.9Y se puso con los impíos su sepulcro,
y con el rico su tumba, aunque él no cometió violencia ni hubo mentira en su boca.10Dispuso el Señor quebrantarlo con dolencias.
Puesto que dio su vida en expiación, verá descendencia, alargará los días, y, por su mano, el designio del Señor prosperará.11Por el esfuerzo de su alma
verá la luz, se saciará de su conocimiento. El justo, mi siervo, justificará a muchos y cargará con sus culpas.12Por eso, le daré muchedumbres como heredad,
y repartirá el botín con los fuertes; porque ofreció su vida a la muerte, y fue contado entre los pecadores, llevó los pecados de las muchedumbres e intercede por los pecadores. -
Salmo Responsorial
Salmo 31:2, 6, 12-13, 15-17, 25
2En Ti, Señor, espero;
no quede yo nunca avergonzado: por tu justicia, líbrame.6En tus manos encomiendo mi espíritu:
Tú, Señor, Dios fiel, me has rescatado.12Soy la burla de todos mis rivales,
escarnio de mis vecinos, espanto de mis conocidos. Los que me ven por la calle huyen de mí.13Estoy olvidado como un muerto;
soy como un objeto desechado.15Pero yo confío en Ti, Señor.
Digo: «Tú eres mi Dios».16Mi suerte está en tu mano;
líbrame de la garra de mis enemigos y de mis perseguidores.17Haz brillar tu rostro sobre tu siervo;
por tu misericordia, sálvame.25Sed fuertes y tome aliento vuestro corazón
cuantos esperáis en el Señor. -
Segunda Lectura
Hebreos 4:14-16; 5:7-9
414Ya que tenemos un Sumo Sacerdote que ha entrado en los cielos —Jesús, el Hijo de Dios—, mantengamos firme nuestra confesión de fe.15Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino que, de manera semejante a nosotros, ha sido probado en todo, excepto en el pecado.16Por lo tanto, acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, para que alcancemos misericordia y encontremos la gracia que nos ayude en el momento oportuno.57Él, en los días de su vida en la tierra, ofreció con gran clamor y lágrimas oraciones y súplicas al que podía salvarle de la muerte, y fue escuchado por su piedad filial,8y, aun siendo Hijo, aprendió por los padecimientos la obediencia.9Y, llegado a la perfección, se ha hecho causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, -
Evangelio
Juan 18:1--19:42
181Dicho esto, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto en el que entraron él y sus discípulos.2Judas, el que le iba a entregar, conocía el lugar, porque Jesús se reunía frecuentemente allí con sus discípulos.3Entonces Judas se llevó con él a la cohorte y a los servidores de los príncipes de los sacerdotes y de los fariseos, y llegaron allí con linternas, antorchas y armas.4Jesús, que sabía todo lo que le iba a ocurrir, se adelantó y les dijo:
—¿A quién buscáis?5—A Jesús el Nazareno —le respondieron.
Jesús les contestó: —Yo soy. Judas, el que le iba a entregar, estaba con ellos.6Cuando les dijo: «Yo soy», se echaron hacia atrás y cayeron en tierra.7Les preguntó de nuevo:
—¿A quién buscáis? —A Jesús el Nazareno —respondieron ellos.8Jesús contestó:
—Os he dicho que yo soy; si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.9Así se cumplió la palabra que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste».10Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó, hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. El criado se llamaba Malco.11Jesús le dijo a Pedro:
—Envaina tu espada. ¿Acaso no voy a beber el cáliz que el Padre me ha dado?12Entonces la cohorte, el tribuno y los servidores de los judíos prendieron a Jesús y le ataron.13Y le condujeron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, el sumo sacerdote aquel año.14Caifás era el que había aconsejado a los judíos: «Conviene que un hombre muera por el pueblo».15Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este otro discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el atrio del sumo sacerdote.16Pedro, sin embargo, estaba fuera, en la puerta. Salió entonces el otro discípulo que era conocido del sumo sacerdote, habló con la portera e introdujo a Pedro.17La muchacha portera le dijo a Pedro:
—¿No eres también tú de los discípulos de este hombre? —No lo soy —respondió él.18Estaban allí los criados y los servidores, que habían hecho fuego, porque hacía frío, y se calentaban. Pedro también estaba con ellos calentándose.19El sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y sobre su doctrina.20Jesús le respondió:
—Yo he hablado claramente al mundo, he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde todos los judíos se reúnen, y no he dicho nada en secreto.21¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me oyeron de qué les he hablado: ellos saben lo que he dicho.22Al decir esto, uno de los servidores que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
—¿Así es como respondes al sumo sacerdote?23Jesús le contestó:
—Si he hablado mal, declara ese mal; pero si tengo razón, ¿por qué me pegas?24Entonces Anás le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.25Simón Pedro estaba calentándose y le dijeron:
—¿No eres tú también de sus discípulos? Él lo negó y dijo: —No lo soy.26Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
—¿No te he visto yo en el huerto con él?27Pedro volvió a negarlo, e inmediatamente cantó el gallo.28De Caifás condujeron a Jesús al pretorio. Era muy temprano. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y así poder comer la Pascua.29Entonces Pilato salió fuera, donde estaban ellos, y dijo:
—¿Qué acusación traéis contra este hombre?30—Si éste no fuera malhechor no te lo habríamos entregado —le respondieron.31Les dijo Pilato:
—Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley. Los judíos le respondieron: —A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie32—así se cumplía la palabra que Jesús había dicho al señalar de qué muerte iba a morir.33Pilato entró de nuevo en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
—¿Eres tú el Rey de los judíos?34Jesús contestó:
—¿Dices esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?35—¿Acaso soy yo judío? —respondió Pilato—. Tu gente y los príncipes de los sacerdotes te han entregado a mí: ¿qué has hecho?36Jesús respondió:
—Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores lucharían para que no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.37Pilato le dijo:
—¿O sea, que tú eres Rey? Jesús contestó: —Tú lo dices: yo soy Rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad escucha mi voz.38Pilato le dijo:
—¿Qué es la verdad? Y después de decir esto, se dirigió otra vez a los judíos y les dijo: —Yo no encuentro en él ninguna culpa.39Vosotros tenéis la costumbre de que os suelte a uno por la Pascua, ¿queréis que os suelte al Rey de los judíos?40Entonces volvieron a gritar:19
—¡A ése no, a Barrabás! —Barrabás era un ladrón.1Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran.2Y los soldados le pusieron en la cabeza una corona de espinas que habían trenzado y lo vistieron con un manto de púrpura.3Y se acercaban a él y le decían:
—Salve, Rey de los judíos. Y le daban bofetadas.4Pilato salió otra vez fuera y les dijo:
—Mirad, os lo voy a sacar para que sepáis que no encuentro en él culpa alguna.5Entonces Jesús salió fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo:
—Aquí tenéis al hombre.6Cuando le vieron los príncipes de los sacerdotes y los servidores, gritaron:
—¡Crucifícalo, crucifícalo! Pilato les respondió: —Tomadlo vosotros y crucificadlo porque yo no encuentro culpa en él.7Los judíos contestaron:
—Nosotros tenemos una Ley, y según la Ley debe morir porque se ha hecho Hijo de Dios.8Cuando oyó Pilato estas palabras tuvo más miedo.9Y volvió a entrar en el pretorio y le dijo a Jesús:
—¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta alguna.10Pilato le dijo:
—¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo potestad para soltarte y potestad para crucificarte?11Jesús respondió:
—No tendrías potestad alguna sobre mí, si no se te hubiera dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado.12Desde entonces Pilato buscaba cómo soltarlo. Pero los judíos gritaban diciendo:
—¡Si sueltas a ése no eres amigo del César! ¡Todo el que se hace rey va contra el César!13Pilato, al escuchar estas palabras, condujo fuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Litóstrotos, en hebreo Gabbatá.14Era la Parasceve de la Pascua, más o menos la hora sexta, y les dijo a los judíos:
—Aquí está vuestro Rey.15Pero ellos gritaron:
—¡Fuera, fuera, crucifícalo! Pilato les dijo: —¿A vuestro Rey voy a crucificar? —No tenemos más rey que el César —respondieron los príncipes de los sacerdotes.16Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Y se llevaron a Jesús.17Y, cargando con la cruz, salió hacia el lugar que se llama la Calavera, en hebreo Gólgota.18Allí le crucificaron con otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio.19Pilato mandó escribir el título y lo hizo poner sobre la cruz. Estaba escrito: «Jesús Nazareno, el Rey de los judíos».20Muchos de los judíos leyeron este título, pues el lugar donde Jesús fue crucificado se hallaba cerca de la ciudad. Y estaba escrito en hebreo, en latín y en griego.21Los príncipes de los sacerdotes de los judíos decían a Pilato:
—No escribas: «El Rey de los judíos», sino que él dijo: «Yo soy Rey de los judíos».22—Lo que he escrito, escrito está —contestó Pilato.23Los soldados, después de crucificar a Jesús, recogieron sus ropas e hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y además la túnica. La túnica no tenía costuras, estaba toda ella tejida de arriba abajo.24Se dijeron entonces entre sí:
—No la rompamos. Mejor, la echamos a suertes a ver a quién le toca —para que se cumpliera la Escritura cuando dice: Se repartieron mis ropas y echaron suertes sobre mi túnica. Y los soldados así lo hicieron.25Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena.26Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre:
—Mujer, aquí tienes a tu hijo.27Después le dice al discípulo:
—Aquí tienes a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa.28Después de esto, como Jesús sabía que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo:
—Tengo sed.29Había por allí un vaso lleno de vinagre. Sujetaron una esponja empapada en el vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca.30Jesús, cuando probó el vinagre, dijo:
—Todo está consumado. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.31Como era la Parasceve, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, los judíos rogaron a Pilato que les rompieran las piernas y los retirasen.32Vinieron los soldados y rompieron las piernas al primero y al otro que había sido crucificado con él.33Pero cuando llegaron a Jesús, al verle ya muerto, no le quebraron las piernas,34sino que uno de los soldados le abrió el costado con la lanza. Y al instante brotó sangre y agua.35El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice la verdad para que también vosotros creáis.36Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: No le quebrantarán ni un hueso.37Y también otro pasaje de la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.38Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque a escondidas por temor a los judíos, le rogó a Pilato que le dejara retirar el cuerpo de Jesús. Y Pilato se lo permitió. Así que fue y retiró su cuerpo.39Nicodemo, el que había ido antes a Jesús de noche, fue también llevando una mixtura de mirra y áloe, de unas cien libras.40Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos, con los aromas, como es costumbre dar sepultura entre los judíos.41En el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo en el que todavía no había sido colocado nadie.42Como era la Parasceve de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.