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Domingo de Ramos de la Pasión del Señor c5k4v

abril 13, 2025 102d2z

Color: Rojo 4i4m6g

Lecturas diarias: 575z6f

  • Primera Lectura

    Isaías 50:4-7 r6i5

    4El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo
    para saber alentar al abatido con palabra que incita. Por la mañana, cada mañana, incita mi oído a escuchar como los discípulos.
    5El Señor Dios me ha abierto el oído,
    yo no me he rebelado, no me he echado atrás.
    6He ofrecido mi espalda a los que me golpeaban,
    y mis mejillas a quienes me arrancaban la barba. No he ocultado mi rostro a las afrentas y salivazos.
    7El Señor Dios me sostiene,
    por eso no me siento avergonzado; por eso he endurecido mi rostro como el pedernal y sé que no quedaré avergonzado.
  • Salmo Responsorial

    Salmo 22:8-9, 17-20, 23-24

    8Al verme, todos hacen burla de mí,
    tuercen los labios, mueven la cabeza:
    9«Confió en el Señor: que lo salve Él,
    que lo libre, si es que lo ama».
    17Me rodea una jauría de perros,
    me asedia una banda de malvados. Han taladrado mis manos y mis pies.
    18Puedo contar todos mis huesos.
    Ellos miran, me observan,
    19se reparten mis ropas
    y echan a suertes mi túnica.
    20Pero Tú, Señor, no te alejes.
    Fuerza mía, date prisa en socorrerme.
    23Anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
    te alabaré en medio de la asamblea.
    24Los que teméis al Señor, alabadle;
    estirpe toda de Jacob, glorificadle, temedle, estirpe toda de Israel.
  • Segunda Lectura

    Filipenses 2:6-11

    6el cual, siendo de condición divina,
    no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios,
    7sino que se anonadó a sí mismo
    tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y, mostrándose igual que los demás hombres,
    8se humilló a sí mismo haciéndose obediente
    hasta la muerte, y muerte de cruz.
    9Y por eso Dios lo exaltó
    y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre;
    10para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
    en los cielos, en la tierra y en los abismos,
    11y toda lengua confiese:
    «¡Jesucristo es el Señor!», para gloria de Dios Padre.
  • Evangelio

    Lucas 22:14--23:56

    22
    14Cuando llegó la hora, se puso a la mesa y los apóstoles con él.
    15Y les dijo:
    —Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer,
    16porque os digo que no la volveré a comer hasta que tenga su cumplimiento en el Reino de Dios.
    17Y tomando el cáliz, dio gracias y dijo:
    —Tomadlo y distribuidlo entre vosotros;
    18pues os digo que a partir de ahora no beberé del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios.
    19Y tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo:
    —Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros. Haced esto en memoria mía.
    20Y del mismo modo el cáliz, después de haber cenado, diciendo:
    —Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.
    21»Pero mirad que la mano del que me entrega está conmigo a la mesa.
    22Porque el Hijo del Hombre se va, según está decretado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!
    23Y empezaron a preguntarse entre sí quién de ellos sería el que iba a hacer tal cosa.
    24Entonces se suscitó entre ellos una disputa sobre quién sería considerado el mayor.
    25Pero él les dijo:
    —Los reyes de las naciones las dominan, y los que tienen potestad sobre ellas son llamados bienhechores.
    26Vosotros no seáis así; al contrario: que el mayor entre vosotros se haga como el menor, y el que manda como el que sirve.
    27Porque ¿quién es mayor: el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Sin embargo, yo estoy en medio de vosotros como quien sirve.
    28»Vosotros sois los que habéis permanecido junto a mí en mis tribulaciones.
    29Por eso yo os preparo un Reino como mi Padre me lo preparó a mí,
    30para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino, y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
    31»Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como el trigo.
    32Pero yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos.
    33Él le dijo:
    —Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la cárcel y hasta la muerte.
    34Pero Jesús le respondió:
    —Te aseguro, Pedro, que no cantará hoy el gallo sin que hayas negado tres veces haberme conocido.
    35Y les dijo:
    —Cuando os envié sin bolsa ni alforjas ni calzado, ¿acaso os faltó algo? —Nada —le respondieron.
    36Entonces les dijo:
    —Ahora, en cambio, el que tenga bolsa, que la lleve; y lo mismo con la alforja; y el que no tenga, que venda su túnica y compre una espada.
    37Porque os aseguro que debe cumplirse en mí lo que está escrito: Y fue contado entre los malhechores. Porque lo que se refiere a mí llega a su fin.
    38Ellos dijeron:
    —Señor, aquí hay dos espadas. Y él les dijo: —Ya basta.
    39Salió y como de costumbre fue al monte de los Olivos. Le siguieron también los discípulos.
    40Cuando llegó al lugar, les dijo:
    —Orad para no caer en tentación.
    41Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, de rodillas, oraba
    42diciendo:
    —Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
    43Se le apareció un ángel del cielo que le confortaba. Y estando en agonía oraba con más intensidad.
    44Y le sobrevino un sudor como de gotas de sangre que caían hasta el suelo.
    45Cuando se levantó de la oración y llegó hasta los discípulos, los encontró adormilados por la tristeza.
    46Y les dijo:
    —¿Por qué dormís? Levantaos y orad para no caer en tentación.
    47Todavía estaba hablando, cuando de pronto llegó un tropel de gente. El que se llamaba Judas, uno de los doce, los precedía y se acercó a Jesús para besarle.
    48Jesús le dijo:
    —Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
    49Los que estaban a su alrededor, al ver lo que iba a suceder, dijeron:
    —Señor, ¿atacamos con la espada?
    50Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.
    51Pero Jesús, en respuesta, dijo:
    —¡Dejadlo ya! —y tocándole la oreja, lo curó.
    52Dijo después Jesús a los que habían venido contra él, príncipes de los sacerdotes, oficiales del Templo y ancianos:
    —¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y palos?
    53Mientras estaba con vosotros todos los días en el Templo, no alzasteis las manos contra mí. Pero ésta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.
    54Después de apresarlo, se lo llevaron y lo metieron en casa del sumo sacerdote. Pedro le seguía de lejos.
    55Habían encendido fuego en medio del atrio y estaban sentados alrededor. Pedro estaba sentado en medio de ellos.
    56Una criada, al verlo sentado a la lumbre, fijándose en él dijo:
    57—También éste estaba con él.
    Pero él lo negó:
    58—No lo conozco, mujer.
    Al poco tiempo, viéndole otro dijo: —Tú también eres de ellos. Pero Pedro replicó: —Hombre, no lo soy.
    59Y pasada como una hora, otro aseguró:
    —Cierto, éste estaba con él, porque también es galileo.
    60Y dijo Pedro:
    —No sé, hombre, lo que dices. Y al instante, cuando todavía estaba hablando, cantó un gallo.
    61El Señor se volvió y miró a Pedro. Y recordó Pedro las palabras que el Señor le había dicho: «Antes que cante el gallo hoy, me habrás negado tres veces».
    62Y salió afuera y lloró amargamente.
    63Los hombres que custodiaban a Jesús se mofaban de él y le golpeaban.
    64Entonces, tapándole la cara, le preguntaban:
    —Profetiza, ¿quién es el que te ha pegado?
    65Y decían contra él otras muchas injurias.
    66Al hacerse de día se reunieron los ancianos del pueblo, los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y le condujeron al Sanedrín.
    67Y le dijeron:
    —Si tú eres el Cristo, dínoslo. Y les contestó: —Si os lo digo, no me creeréis;
    68y si hago una pregunta, no me responderéis.
    69No obstante, desde ahora estará el Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios.
    70Entonces dijeron todos:
    —Por tanto, ¿tú eres el Hijo de Dios? —Vosotros lo decís: yo soy —les respondió.
    71Pero ellos dijeron:
    —¿Qué necesidad tenemos ya de testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
    23
    1Se levantaron todos ellos y llevaron a Jesús ante Pilato.
    2Entonces empezaron a acusarle diciendo:
    —Hemos encontrado a éste soliviantando a nuestra gente y prohibiendo dar tributo al César; y dice que él es el Cristo, el Rey.
    3Pilato le preguntó:
    —¿Eres tú el Rey de los Judíos? —Tú lo dices —le respondió él.
    4Dijo Pilato a los príncipes de los sacerdotes y a la muchedumbre:
    —No encuentro ningún delito en este hombre.
    5Pero ellos insistían:
    —Subleva al pueblo, enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta aquí.
    6Pilato al oírlo preguntó si aquel hombre era galileo.
    7Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, que estaba también aquellos días en Jerusalén.
    8Herodes se alegró mucho de ver a Jesús, pues deseaba verlo hacía mucho tiempo, porque había oído muchas cosas sobre él y esperaba verle hacer algún milagro.
    9Le preguntó con mucha locuacidad, pero él no le respondió nada.
    10También estaban allí los príncipes de los sacerdotes y los escribas, acusándole con vehemencia.
    11Herodes, junto con sus soldados, le despreció, se burló de él poniéndole un vestido blanco y se lo remitió a Pilato.
    12Herodes y Pilato se hicieron amigos aquel día, pues antes estaban enemistados entre sí.
    13Pilato convocó a los príncipes de los sacerdotes, a los magistrados y al pueblo,
    14y les dijo:
    —Me habéis presentado a este hombre como alborotador del pueblo. Mirad: yo le he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ningún delito de los que le acusáis;
    15ni tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto; por tanto, nada ha hecho que merezca la muerte.
    16Así que, después de castigarle, lo soltaré. 
    18Pero toda la multitud clamó diciendo:
    —¡Fuera con ése, y suéltanos a Barrabás!
    19—éste había sido encarcelado por cierta sedición ocurrida en la ciudad y por un homicidio.
    20De nuevo Pilato les habló queriendo poner en libertad a Jesús.
    21Pero ellos continuaban gritando:
    —¡Crucifícalo, crucifícalo!
    22No obstante, por tercera vez, él les dijo:
    —¿Y qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito de muerte; por tanto, después de castigarle, lo soltaré.
    23Pero ellos insistían a grandes voces pidiendo que lo crucificaran, y sus gritos eran cada vez más fuertes.
    24Pilato entonces decidió que se cumpliera su petición:
    25soltó al que pedían —el que había sido encarcelado por sedición y homicidio— y a Jesús lo entregó a la voluntad de ellos.
    26Cuando le llevaban echaron mano de un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le obligaron a llevar la cruz detrás de Jesús.
    27Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, que lloraban y se lamentaban por él.
    28Jesús, volviéndose a ellas, les dijo:
    —Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos,
    29porque mirad que vienen días en que se dirá: «Dichosas las estériles y los vientres que no engendraron y los pechos que no amamantaron».
    30»Entonces comenzarán a decir a los montes: «Caed sobre nosotras»; y a los collados: «Sepultadnos»;
    31porque si en el leño verde hacen esto, ¿qué se hará en el seco?
    32Llevaban también con él a dos malhechores para matarlos.
    33Cuando llegaron al lugar llamado «Calavera», le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
    34Y Jesús decía:
    —Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen. Y se repartieron sus ropas echando suertes.
    35El pueblo estaba mirando, y los jefes se burlaban de él y decían:
    —Ha salvado a otros, que se salve a sí mismo, si él es el Cristo de Dios, el elegido.
    36Los soldados se burlaban también de él; se acercaban y ofreciéndole vinagre
    37decían:
    —Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
    38Encima de él había una inscripción: «Éste es el Rey de los judíos».
    39Uno de los malhechores crucificados le injuriaba diciendo:
    —¿No eres tú el Cristo? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
    40Pero el otro le reprendía:
    —¿Ni siquiera tú, que estás en el mismo suplicio, temes a Dios?
    41Nosotros estamos aquí justamente, porque recibimos lo merecido por lo que hemos hecho; pero éste no ha hecho ningún mal.
    42Y decía:
    —Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.
    43Y le respondió:
    —En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso.
    44Era ya alrededor de la hora sexta. Y toda la tierra se cubrió de tinieblas hasta la hora nona.
    45Se oscureció el sol, y el velo del Templo se rasgó por la mitad.
    46Y Jesús, clamando con una gran voz, dijo:
    —Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y diciendo esto expiró.
    47El centurión, al ver lo que había sucedido, glorificó a Dios diciendo:
    —Verdaderamente este hombre era justo.
    48Y toda la multitud que se había reunido ante este espectáculo, al contemplar lo ocurrido, regresaba golpeándose el pecho.
    49Todos los conocidos de Jesús y las mujeres que le habían seguido desde Galilea estaban observando de lejos estas cosas.
    50Había un hombre llamado José, varón bueno y justo, miembro del Consejo,
    51que no estaba de acuerdo con su decisión y sus acciones. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios.
    52Éste se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
    53Y lo descolgó, lo envolvió en una sábana y lo puso en un sepulcro excavado en la roca, donde nadie había sido colocado todavía.
    54Era el día de la Parasceve y comenzaba a brillar el sábado.
    55Las mujeres que habían venido con él desde Galilea le siguieron y vieron el sepulcro y cómo fue colocado su cuerpo.
    56Regresaron y prepararon aromas y ungüentos. El sábado descansaron según el precepto.

    OR

    Lucas 23:1-49

    1Se levantaron todos ellos y llevaron a Jesús ante Pilato.
    2Entonces empezaron a acusarle diciendo:
    —Hemos encontrado a éste soliviantando a nuestra gente y prohibiendo dar tributo al César; y dice que él es el Cristo, el Rey.
    3Pilato le preguntó:
    —¿Eres tú el Rey de los Judíos? —Tú lo dices —le respondió él.
    4Dijo Pilato a los príncipes de los sacerdotes y a la muchedumbre:
    —No encuentro ningún delito en este hombre.
    5Pero ellos insistían:
    —Subleva al pueblo, enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta aquí.
    6Pilato al oírlo preguntó si aquel hombre era galileo.
    7Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, que estaba también aquellos días en Jerusalén.
    8Herodes se alegró mucho de ver a Jesús, pues deseaba verlo hacía mucho tiempo, porque había oído muchas cosas sobre él y esperaba verle hacer algún milagro.
    9Le preguntó con mucha locuacidad, pero él no le respondió nada.
    10También estaban allí los príncipes de los sacerdotes y los escribas, acusándole con vehemencia.
    11Herodes, junto con sus soldados, le despreció, se burló de él poniéndole un vestido blanco y se lo remitió a Pilato.
    12Herodes y Pilato se hicieron amigos aquel día, pues antes estaban enemistados entre sí.
    13Pilato convocó a los príncipes de los sacerdotes, a los magistrados y al pueblo,
    14y les dijo:
    —Me habéis presentado a este hombre como alborotador del pueblo. Mirad: yo le he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ningún delito de los que le acusáis;
    15ni tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto; por tanto, nada ha hecho que merezca la muerte.
    16Así que, después de castigarle, lo soltaré. 
    18Pero toda la multitud clamó diciendo:
    —¡Fuera con ése, y suéltanos a Barrabás!
    19—éste había sido encarcelado por cierta sedición ocurrida en la ciudad y por un homicidio.
    20De nuevo Pilato les habló queriendo poner en libertad a Jesús.
    21Pero ellos continuaban gritando:
    —¡Crucifícalo, crucifícalo!
    22No obstante, por tercera vez, él les dijo:
    —¿Y qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito de muerte; por tanto, después de castigarle, lo soltaré.
    23Pero ellos insistían a grandes voces pidiendo que lo crucificaran, y sus gritos eran cada vez más fuertes.
    24Pilato entonces decidió que se cumpliera su petición:
    25soltó al que pedían —el que había sido encarcelado por sedición y homicidio— y a Jesús lo entregó a la voluntad de ellos.
    26Cuando le llevaban echaron mano de un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le obligaron a llevar la cruz detrás de Jesús.
    27Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, que lloraban y se lamentaban por él.
    28Jesús, volviéndose a ellas, les dijo:
    —Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos,
    29porque mirad que vienen días en que se dirá: «Dichosas las estériles y los vientres que no engendraron y los pechos que no amamantaron».
    30»Entonces comenzarán a decir a los montes: «Caed sobre nosotras»; y a los collados: «Sepultadnos»;
    31porque si en el leño verde hacen esto, ¿qué se hará en el seco?
    32Llevaban también con él a dos malhechores para matarlos.
    33Cuando llegaron al lugar llamado «Calavera», le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
    34Y Jesús decía:
    —Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen. Y se repartieron sus ropas echando suertes.
    35El pueblo estaba mirando, y los jefes se burlaban de él y decían:
    —Ha salvado a otros, que se salve a sí mismo, si él es el Cristo de Dios, el elegido.
    36Los soldados se burlaban también de él; se acercaban y ofreciéndole vinagre
    37decían:
    —Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
    38Encima de él había una inscripción: «Éste es el Rey de los judíos».
    39Uno de los malhechores crucificados le injuriaba diciendo:
    —¿No eres tú el Cristo? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
    40Pero el otro le reprendía:
    —¿Ni siquiera tú, que estás en el mismo suplicio, temes a Dios?
    41Nosotros estamos aquí justamente, porque recibimos lo merecido por lo que hemos hecho; pero éste no ha hecho ningún mal.
    42Y decía:
    —Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.
    43Y le respondió:
    —En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso.
    44Era ya alrededor de la hora sexta. Y toda la tierra se cubrió de tinieblas hasta la hora nona.
    45Se oscureció el sol, y el velo del Templo se rasgó por la mitad.
    46Y Jesús, clamando con una gran voz, dijo:
    —Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y diciendo esto expiró.
    47El centurión, al ver lo que había sucedido, glorificó a Dios diciendo:
    —Verdaderamente este hombre era justo.
    48Y toda la multitud que se había reunido ante este espectáculo, al contemplar lo ocurrido, regresaba golpeándose el pecho.
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