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II Domingo de Cuaresma 1dj65

marzo 16, 2025 2e3m2o

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Lecturas diarias: 575z6f

  • Primera Lectura

    Génesis 15:5-12, 17-18 235139

    5Entonces le llevó afuera y le dijo:
    —Mira al cielo y cuenta, si puedes, las estrellas. Y añadió: —Así será tu descendencia.
    6Abrán creyó en el Señor, quien se lo contó como justicia.
    7Después le dijo:
    —Yo soy el Señor que te saqué de Ur de los Caldeos para darte esta tierra en posesión.
    8Abrán contestó:
    —¡Mi Señor Dios! ¿Cómo conoceré que voy a poseerla?
    9Le respondió:
    —Tráeme una ternera de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.
    10Abrán los trajo, los partió por medio y puso cada mitad enfrente de la otra; pero no partió las aves.
    11Los buitres bajaban a los cadáveres y Abrán los ahuyentaba.
    12Cuando estaba poniéndose el sol, un profundo sueño cayó sobre Abrán, y le invadió un terror enorme y tenebroso.
    17Se puso el sol y sobrevino la oscuridad; y apareció una hoguera humeante, y una llama de fuego que pasó entre aquellas mitades.
    18Aquel día el Señor estableció una alianza con Abrán, diciéndole:
    —A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto, hasta el gran río, el río Éufrates:
  • Salmo Responsorial

    Salmo 27:1, 7-9, 13-14

    1De David.
    El Señor es mi luz y mi salvación: ¿a quién temeré? El Señor es el refugio de mi vida: ¿de quién tendré miedo?
    7Escucha mi voz, Señor: yo te invoco;
    ten piedad de mí, respóndeme.
    8De ti piensa mi corazón:
    «Busca su rostro». Tu rostro, Señor, buscaré.
    9No me escondas tu rostro.
    No rechaces con ira a tu siervo. Tú eres mi auxilio: no me rechaces, no me abandones, Dios de mi salvación.
    13Seguro estoy de ver la bondad del Señor
    en la tierra de los vivos.
    14Espera en el Señor, sé recio,
    que se reanime tu corazón. ¡Espera en el Señor! 
  • Segunda Lectura

    Filipenses 3:17--4:1

    3
    17Hermanos, sed imitadores míos y fijaos en los que caminan según el modelo que tenéis en nosotros.
    18Porque muchos —esos de quienes con frecuencia os hablaba y os hablo ahora llorando— se comportan como enemigos de la cruz de Cristo:
    19su fin es la perdición, su dios el vientre, y su gloria la propia vergüenza, porque ponen el corazón en las cosas terrenas.
    20Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo,
    21el cual transformará nuestro cuerpo vil en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene para someter a su dominio todas las cosas.
    4
    1Por tanto, hermanos míos muy queridos y añorados, mi gozo y mi corona, ¡permaneced así, queridísimos míos, firmes en el Señor!

    OR

    Filipenses 3:20--4:1

    3
    20Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo,
    21el cual transformará nuestro cuerpo vil en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene para someter a su dominio todas las cosas.
    4
    1Por tanto, hermanos míos muy queridos y añorados, mi gozo y mi corona, ¡permaneced así, queridísimos míos, firmes en el Señor!
  • Evangelio

    Lucas 9:28-36

    28Unos ocho días después de estas palabras, se llevó con él a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a un monte para orar.
    29Mientras él oraba, cambió el aspecto de su rostro, y su vestido se volvió blanco y muy brillante.
    30En esto, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías
    31que, apareciendo en forma gloriosa, hablaban de la salida que Jesús iba a cumplir en Jerusalén.
    32Pedro y los que estaban con él se encontraban rendidos por el sueño. Y al despertar, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban a su lado.
    33Cuando éstos se apartaron de él, le dijo Pedro a Jesús:
    —Maestro, qué bien estamos aquí; hagamos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías —pero no sabía lo que decía.
    34Mientras así hablaba, se formó una nube y los cubrió con su sombra. Al entrar ellos en la nube, se atemorizaron.
    35Y se oyó una voz desde la nube que decía:
    —Éste es mi Hijo, el elegido: escuchadle.
    36Cuando sonó la voz, se quedó Jesús solo. Ellos guardaron silencio, y a nadie dijeron por entonces nada de lo que habían visto.

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